En la historia medieval de la Península Ibérica, el Puerto de Algeciras desempeñó un papel destacado como punto de entrada y salida en Europa y como enlace marítimo entre las dos orillas del Estrecho. Su importancia se remonta a la época de la conquista musulmana, cuando las fuerzas árabe-bereberes desembarcaron en el Peñón de Gibraltar y se dirigieron hacia Algeciras.
Con un contingente de entre 10.000 y 13.000 hombres, en su mayoría bereberes, los musulmanes establecieron su base en Algeciras. Sin embargo, la fundación de la ciudad de Al-Yazira Al-Jadra, como se conocía entonces a Algeciras, tuvo que esperar a la derrota de los visigodos para consolidar su invasión.
Tras la victoria en la Batalla del Guadalete, las fuerzas árabe-bereberes continuaron su avance hacia el norte, dejando en Algeciras un destacamento armado para defender el puerto, que representaba un enclave estratégico en caso de retirada.
Con el control de ambas orillas del Estrecho, los musulmanes establecieron intensas relaciones comerciales en la zona. En este contexto, necesitaban un puerto y una ciudad cercanos al Estrecho, y Al-Yazira Al-Jadra (Algeciras) se convirtió en la opción preferida debido a su bahía protegida. La ciudad creció bajo este nombre y reemplazó a las anteriores fundaciones en la bahía, como Carteia e Iulia Traducta. Algeciras se consolidó como el puerto más destacado de la zona, superando a alternativas como Tarifa, mencionada en tratados de geografía, y Gibraltar, que no adquirió importancia estratégica hasta mucho después.
El puerto y la ciudad de Algeciras se desarrollaron como puerta de entrada a Europa y como punto de conexión marítima entre Europa y África. Esta función se mantuvo a lo largo de su historia, siendo un puerto de vital importancia para el intercambio de mercancías, personas, ideas y cultura. Algeciras se convirtió en un puente de relación entre continentes, más que una frontera o separación.
Hasta mediados del siglo IX, la ciudad y su puerto, posiblemente ubicado en el estuario del río de la Miel, carecían de las defensas necesarias para resistir ataques. El control de los musulmanes sobre ambas orillas del Estrecho y la falta de preparación naval de las tribus bereberes podrían haber hecho innecesarias costosas obras de defensa en la nueva fundación. Las autoridades del emirato se centraron en la consolidación de las estructuras políticas, administrativas y económicas, así como en los procesos de islamización y arabización de la sociedad.
Sin embargo, la ausencia de amenazas marítimas cercanas a las ciudades costeras de Al-Ándalus facilitó los ataques de los normandos en el siglo IX. Entre los años 844 y 861, estas incursiones resultaron en el saqueo de ciudades como Lisboa, Beja, Sevilla, Algeciras y Nakūr, a pesar de sus escasas defensas.
Después de Almería y Sevilla, Algeciras se convirtió en el puerto más importante de Al-Andalus. Durante el período de la taifa de Sevilla, los almorávides y los almohades, así como durante el asedio impuesto por Alfonso X en 1278, el puerto y la ciudad experimentaron convulsiones que afectaron su poder y papel marítimo en la zona, pero no los anularon. Tras el fracaso del asedio cristiano, el sultán meriní Abu Yasuf construyó una nueva ciudad llamada Al-Binya por los musulmanes y Villa Nueva por los cristianos, en la margen izquierda del río de la Miel.
En la Edad Media, no se realizaron grandes obras de infraestructura artificial en el puerto de Algeciras. Las actividades de carga y descarga se llevaban a cabo en la desembocadura del río de la Miel, entre las villas Vieja y Nueva, esta última construida posteriormente.
Después de un período de crecimiento urbano en la Baja Edad Media, en medio de batallas y asedios contra las ciudades vecinas de Tarifa y Gibraltar, Algeciras sufrió un nuevo asedio en 1342. En esta ocasión, participaron fuerzas de distintos reinos cristianos de Europa y contaron con el respaldo económico del Papa. Las flotas portuguesa, catalana y genovesa bloquearon el puerto durante el asedio. Finalmente, en marzo de 1343, Alfonso XI logró conquistar la ciudad.
A pesar de un breve resurgimiento del comercio en las rutas cristianas, Algeciras fue nuevamente conquistada en 1369 por Muhammad V para el reino de Granada. Debido a las dificultades para defenderla y para evitar que los cristianos la utilizaran nuevamente como puerto fortificado, la ciudad fue destruida y abandonada. Diez años después de la última conquista musulmana, su puerto quedó inutilizado.
El resurgimiento del Puerto de Algeciras en el siglo XVIII
La historia del Puerto de Algeciras en el siglo VIII estuvo marcada por acontecimientos que tuvieron un impacto significativo en su desarrollo y actividad. En la segunda mitad del siglo XIV, la ciudad y el puerto sufrieron una devastación tan profunda que no fue hasta bien entrada la centuria siguiente que comenzaron a recuperar su vitalidad. Durante este largo período, el área que asumió el papel de refugio y punto de escala en el Estrecho y la bahía fue Gibraltar.
Sin embargo, todo cambiaría durante la guerra de Sucesión española. En ese conflicto, una escuadra holandesa e inglesa, al servicio del archiduque Carlos de Austria, quien disputaba la sucesión de la Corona a Felipe de Anjou, logró conquistar el peñón de Gibraltar el 6 de agosto de 1704. La posterior administración inglesa que se estableció tras la conquista, ratificada por el Tratado de Utrecht en 1713, generó una gran convulsión en la comarca del Campo de Gibraltar. Como resultado, surgieron nuevos núcleos urbanos, como San Roque y Los Barrios, al acoger a los exiliados forzosos de Gibraltar.
La pérdida del único puerto que existía en la Bahía, el de Gibraltar, dejó una necesidad imperante: la creación de uno nuevo. Además de asumir el tráfico costero de la zona, las autoridades españolas veían en este nuevo puerto una base militar fundamental para intentar recuperar el Peñón.
Fue en este contexto que Jorge Próspero de Verboom, uno de los ingenieros militares más importantes e influyentes de Felipe V, visitó la Bahía de Algeciras en 1721. Verboom destacó las excelentes condiciones del lugar, que aún conservaba algunas ruinas de la dominación musulmana, y señaló la posibilidad de convertirlo nuevamente en una plaza fuerte y un puerto. Para lograrlo, propuso fortificar la ciudad y reconstruir las instalaciones marítimas, lo que convertiría a Algeciras en uno de los mejores puertos del Mediterráneo, aprovechando al máximo los recursos naturales que le ofrecía su bahía.
Entre los años 1724 y 1726, Verboom elaboró un ambicioso proyecto para repoblar y fortificar la ciudad. Sus objetivos principales incluían la ordenación de las viviendas existentes, la planificación urbanística de la nueva población y la reconstrucción de las murallas con un diseño moderno, para convertir a Algeciras en una ciudad portuaria fortificada.
Sin embargo, la rehabilitación del puerto de Algeciras para su uso comercial fue un proceso lento que enfrentó numerosos obstáculos. Además de la escasa población que habitaba en la zona durante la primera mitad del siglo XVIII, hubo una oposición marcada por otros puertos cercanos, como el de Cádiz, que controlaba el comercio con Marruecos y veía con recelo el crecimiento portuario de la nueva Algeciras. Cádiz consideraba que esta interfería en una zona que consideraba exclusivamente suya, especialmente tras el establecimiento de la Aduana en Algeciras en 1742.
No obstante, los informes de Verboom sobre el potencial de Algeciras fueron determinantes para impulsar el desarrollo de la ciudad y su puerto. El proyecto de Verboom incluía no solo la reconstrucción y fortificación de la ciudad de acuerdo con las técnicas más modernas, sino también la fortificación de la Isla Verde, un elemento geográfico crucial para la defensa del puerto de Algeciras y los barcos que se anclaban en su bahía. Aunque no se pudo llevar a cabo la idea de rodear de murallas, torres, parapetos y baluartes la antigua ciudad medieval en ruinas, se construyeron los fuertes y baterías previstos en el resto del litoral.
Sin embargo, todo el sistema de fortificaciones costeras en la Bahía de Algeciras, que había requerido muchos esfuerzos a lo largo de un siglo XVIII lleno de conflictos, fue destruido por la Marina Real Británica en 1810. Los británicos, aliados ocasionales de España en la lucha contra Napoleón, argumentaron que estas fortificaciones podrían ser utilizadas por los invasores franceses contra Gibraltar y los navíos ingleses que se dirigían hacia la colonia o estaban anclados en la Bahía.