Los puertos de la Bahía de Algeciras en la Antigüedad

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Los primeros navegantes fenicios, atraídos por las costas gaditanas y onubenses en el siglo IX a.C, hallaron un litoral abundante en promontorios costeros, islas, amplias bahías y estuarios que permitían la navegación aguas arriba en ríos que hoy no permiten tal tránsito. Fue el comienzo de un nuevo tiempo, en el que los semitas se asentaron en islas y costas, fundando factorías que iniciaron una era de comercio e intercambio cultural con los indígenas locales, marcando una revolución en la estructura social, urbanismo y creencias religiosas.

A partir de la llegada de estos pioneros, surgió un periodo de consolidación en el territorio con la formación de pequeños centros que apoyaron la gran ola colonizadora del final del siglo VIII a.C. Asentamientos semitas e indígenas se convirtieron en colonias permanentes, centros de comercio de salazón de pescado y minerales, intercambiándolos por artículos de lujo, telas, tintes y cerámica, convirtiéndose en focos de intercambios culturales.

Sin embargo, la Bahía de Algeciras presentaba un litoral muy diferente al actual. Los ríos Guadarranque y Palmones, que ahora desembocan formando un gran estuario, en aquel entonces se extendían hacia el noroeste, formando parte de la bahía. A su vez, el yacimiento de Cerro del Prado, hoy situado a uno o dos kilómetros tierra adentro, dominaba en la antigüedad puertos naturales abrigados.

La Bahía de Algeciras, punto estratégico por su ubicación en el Estrecho, constituía un núcleo clave en la navegación entre el Atlántico y el Mediterráneo, conectada con importantes rutas terrestres hacia el interior. También fue punto central para la producción a nivel industrial de salazón de pescado, gracias a la presencia de salinas.

Por lo tanto, en la Antigüedad, al igual que hoy, el gran puerto natural de la Bahía de Algeciras representaba un lugar de enorme relevancia para las comunicaciones marítimas entre el sur de la Península Ibérica y el Norte de África, así como para las conexiones de larga distancia entre el Mediterráneo oriental y central y los puertos fenicio-púnicos.

El santuario fenicio-púnico de la cueva de Gorham

La cueva de Gorham, ubicada en la costa este del Peñón de Gibraltar, se revela como un santuario fenicio-púnico de gran importancia para los antiguos mercaderes marítimos. Estos comerciantes comprendían la necesidad de asegurar la protección divina para garantizar la seguridad de sus embarcaciones y mercancías en los peligrosos viajes marítimos.

El santuario fungía como el centro vital para el funcionamiento de los puertos de comercio, ya que permitía la sacralización del espacio y el establecimiento de una conexión con lo divino. Los marineros depositaban ofrendas y tributos en estos lugares sagrados, buscando la protección de deidades como Herakles-Melkart, Astarté, Tanis o Bes.

La cueva de Gorham ha sido objeto de excavaciones desde mediados del siglo XX, pero fue en las campañas realizadas entre 1994 y 2000 cuando se obtuvieron los datos más relevantes sobre la presencia fenicio-púnica en el Peñón y el uso de la cueva como santuario. Los hallazgos arqueológicos, especialmente el registro cerámico, revelan la presencia de ofrendas y actos cultuales realizados por devotos que acudían al santuario.

Cueva de Gorham (Foto: Kenneth Garrett)

Entre los objetos descubiertos se encuentran cerámicas grises y de barniz negro, cerámicas pintadas, amuletos de origen egipcio, y objetos relacionados con la pesca y el adorno personal. Además, se han documentado fíbulas, collares de cuentas, anillos y recipientes para la ofrenda de perfumes, como ampollas de vidrio y ungüentarios.

El santuario de la cueva de Gorham estuvo en uso desde el siglo VIII a.C. y se mantuvo activo hasta el siglo III a.C., posiblemente hasta la decadencia de Cartago y el ascenso de Roma como poder hegemónico en el Mediterráneo. Sin embargo, se destaca que este santuario tenía un carácter abierto e internacional, ya que junto a los objetos fenicios se han encontrado cerámicas de origen tartésico, cartaginés e ibérico, evidenciando la diversidad de influencias y contactos comerciales en la región.

El yacimiento fenicio de Cerro del Prado

El yacimiento arqueológico de Cerro del Prado, descubierto en 1975 por el geólogo L. Menanteau y el arqueólogo A. Tejera Gaspar, revela un importante asentamiento fenicio en la zona. Ubicado en una colina cerca del río Guadarranque y a poca distancia de la costa, este poblado se encontraba estratégicamente situado en el litoral de un estuario que ocupaba los valles bajos de los mencionados ríos.

A pesar de los movimientos de tierra que han afectado al yacimiento, se han documentado casas con paredes de piedra y barro, dedicadas a la agricultura y la pesca. Sin embargo, la actividad comercial desempeñaba un papel económico destacado en la zona.

En la época de las colonizaciones, Cerro del Prado se encontraba en un promontorio costero fácilmente defendible, con un puerto natural en su base, que era el centro de un estuario actualmente colmatado. Esta ubicación permitía la conexión con el interior a través del valle del Guadarranque y por vía marítima con otras colonias fenicias a lo largo de la costa de Málaga y Granada, así como con las colonias atlánticas de Marruecos y con Gadir, el centro comercial de Tartesos.

Los diversos materiales encontrados indican que el asentamiento estuvo activo entre los siglos VII y VI a.C., y continuó durante la época fenicio-púnica hasta mediados del siglo IV a.C. Estos materiales incluyen cerámicas, objetos metálicos y elementos de culto. Se han descubierto numerosos fragmentos de cerámica de barniz rojo, imitando el estilo griego, ánforas datadas en el siglo VII a.C. y otras más recientes, lucernas y un mortero. Algunas de estas cerámicas son importaciones fenicias de la costa sirio-palestina, mientras que otras son de producción local o regional.

Destaca entre los hallazgos la famosa escultura conocida como el Toro de Cerro del Prado, expuesta en el Museo de Cádiz. Esta pequeña figura de toro fundido en bronce muestra una excelente ejecución y calidad, con el cuerpo echado, la boca cerrada, la cabeza ligeramente inclinada sobre el pecho y la cola enrollada en su lomo. Según los expertos, presenta similitudes con los toros de los capiteles aqueménidas y probablemente formaba parte de algún objeto de culto. Otras representaciones de toros, en relieve o grabadas, se han encontrado en yacimientos orientalizantes y tartésicos.

Cerro del Prado fue el primer enclave portuario establecido en la bahía de Algeciras y desarrolló un activo comercio marítimo, complementado con la explotación de recursos marinos, como lo demuestran los anzuelos de bronce y los restos de ánforas utilizadas para el transporte de salazones a partir del siglo VI a.C.

Hacia mediados del siglo IV a.C., los cambios en la línea de la costa, posiblemente debido a la colmatación del estuario del río Guadarranque y del arroyo de la Madre Vieja, obligaron a los habitantes de Cerro del Prado a abandonar la colina original y trasladarse a otro cerro ubicado dos kilómetros al sur, cerca de la desembocadura del río. Es en este nuevo emplazamiento donde se encuentran los restos de la ciudad púnico-romana de Carteia.

La Motilla de Guadiaro: un testimonio de interacción cultural y el control marítimo

El yacimiento de La Motilla, ubicado en la vega del río Guadiaro cerca de San Enrique de Guadiaro, en San Roque, es un ejemplo destacado de un poblado del Bronce Final anterior a la llegada de los fenicios. Aunque actualmente se encuentra a unos 1.400 metros de la costa, en la época de las colonizaciones estaba situado en el borde del estuario formado por el río.

Durante las excavaciones, se han identificado cuatro secuencias cronológicas que revelan diferentes periodos de ocupación. El primer estrato muestra materiales cerámicos del Bronce Final, principalmente cerámicas hechas a mano. El segundo estrato, datado en los siglos VIII-VII a.C., incluye cerámicas hechas a mano y algunas influencias fenicias, como vasijas de barniz rojo y ánforas fenicias. El tercer estrato presenta una mayor presencia de materiales fenicios, mientras que en el cuarto estrato desaparece la cerámica indígena.

Además de La Motilla, se han descubierto otros yacimientos fenicios en los alrededores de la bahía y la costa del Estrecho, desde Punta Carnero hasta Tarifa. Estos testimonios materiales indican la existencia de lugares de refugio, abastecimiento de agua y vigilancia costera utilizados por los navegantes en sus rutas hacia Gadir.

Un ejemplo de ello es Cala Arena, una pequeña ensenada al suroeste de Punta Carnero. En 1985, A. Muñoz y R. Baliña descubrieron una estructura de planta cuadrada en este lugar, que probablemente fue utilizada con fines de vigilancia y control de la navegación en el cercano Estrecho.

Estos hallazgos arqueológicos en los alrededores de la bahía y la costa del Estrecho evidencian los primeros contactos entre los fenicios y las poblaciones indígenas de la zona, y arrojan luz sobre la dinámica colonizadora de esta antigua civilización marítima.

Carteia: ciudad portuaria púnica y romana

En el siglo IV a.C., una nueva ciudad llamada Carteia surge en la desembocadura del río Guadarranque, en una colina en su orilla izquierda. Aunque las fuentes antiguas la relacionan con la mítica Tartesos o con Hércules, no se han encontrado restos anteriores a esta época.

Carteia se convierte rápidamente en un destacado puerto de comercio habitado por fenicios, púnicos e indígenas. Su ubicación estratégica en la Bahía de Algeciras y cerca del Estrecho de Gibraltar la convierte en un importante centro económico, religioso y político. Las excavaciones arqueológicas realizadas desde 1994 han revelado estructuras murales de excelente calidad y restos de edificios de época púnica. Se han identificado una puerta de acceso a la ciudad con torreones, parte de la muralla, una calle y otras estructuras. La presencia de cerámicas helenísticas datadas entre mediados del siglo IV a.C. y la segunda mitad del siglo II a.C. confirma la importancia de Carteia durante este período.

Durante la Segunda Guerra Púnica, Carteia desempeñó un papel significativo debido a su ubicación estratégica cerca del Estrecho y su proximidad a Gadir-Gades, uno de los bastiones cartagineses en la Península Ibérica. En el año 206 a.C., el romano Lelio llegó a Carteia y tomó posesión de la ciudad sin encontrar resistencia por parte de los carteyenses.

En el año 171 a.C., una delegación de hijos de legionarios romanos y mujeres hispanas solicitó al Senado romano la ciudadanía romana y un lugar para asentarse. El Senado respondió positivamente a su petición, otorgándoles tierras en Carteia. En total, 4.000 hombres fueron asentados en la nueva colonia, conocida como Colonia Latina Libertinorum.

En el siglo I a.C., Carteia se vio involucrada en la Guerra Civil romana. Las familias locales, como los Numerii, Vibii o Minii, mostraron su apoyo a la causa de Pompeyo, lo que tuvo un impacto en el destino de la ciudad cuando Pompeyo resultó derrotado.

Vista de las termas de Carteia. Museo Arqueológico Nacional

Durante este período, se confirma la importancia portuaria de Carteia y su papel como base naval. En el año 47 a.C., Cneo Pompeyo llegó a Carteia con su flota. Al año siguiente, Julio César envió a Didio con su flota a Gades para enfrentarse a las fuerzas navales de Varo. A pesar de la superioridad cesariana, Carteia permaneció leal a Pompeyo. Sin embargo, Pompeyo fue derrotado y buscó refugio en Carteia, donde estaba Varo con una flota. Los carteyenses se dividieron en dos bandos y se enfrentaron en las calles de la ciudad. Aunque los pompeyanos inicialmente salieron victoriosos, Cneo se apoderó de las naves ancladas en el puerto y huyó. Los ciudadanos de Carteia, al ver la derrota de Pompeyo, se inclinaron hacia el bando de César.

La ciudad de Carteia perdió su importancia política y militar después de estos eventos. A partir del año 40 a.C., las menciones en las fuentes se limitan a aspectos geográficos y económicos, desapareciendo las referencias militares y políticas.

Aunque las fuentes antiguas no proporcionan muchas descripciones de los puertos de las ciudades costeras, se sabe que Carteia tenía dos puertos: uno militar, donde se guardaban y reparaban los barcos de guerra, y otro comercial, separado del primero y posiblemente abierto al río Guadarranque. Las fuentes mencionan también la existencia de puertos secundarios o fondeaderos en los alrededores de Carteia, utilizados para el fondeo de flotas y el desembarco de barcos de comercio.

A pesar de la presunta decadencia de Carteia durante el reinado de Augusto, su actividad económica se mantuvo, especialmente en las áreas cercanas al Estrecho. Los pescadores y comerciantes de Carteia no vieron disminuida su presencia en el exterior, aunque es probable que sus actividades comerciales se redujeran en las zonas más alejadas del Estrecho.

Iulia Traducta

Excavaciones arqueológicas auspiciadas por el Museo Municipal de Algeciras han revelado importantes restos de la antigua ciudad romana de Iulia Traducta, ubicada en la costa del Estrecho, entre Carteia y Baelo Claudia. Estas excavaciones se han centrado en el complejo industrial de la ciudad, donde se han descubierto testimonios materiales que abarcan desde el período del Alto Imperio hasta el Bajo Imperio y la etapa bizantina.

Se han encontrado restos de dos necrópolis en la orilla norte del río de la Miel, una de época del Alto Imperio y otra del Bajo Imperio. Según las fuentes antiguas, Iulia Traducta fue fundada por Octavio Augusto en la costa occidental del Estrecho, con población norteafricana traída de Tingi y Zilis, así como colonos llegados de Roma.

La colonia fue establecida por Augusto con soldados veteranos de Tingi y legionarios itálicos como parte de su programa de romanización de la región, que tradicionalmente había sido hostil a Roma. La ciudad tenía una economía similar a las ciudades vecinas de Carteia y Baelo, basada en la pesca, la industria de la salazón y la explotación de los recursos agrícolas, especialmente la vid y el trigo. Las monedas de Iulia Traducta muestran símbolos relacionados con estos sectores económicos, como espigas de trigo y racimos de uva.

Las excavaciones arqueológicas han revelado un extenso complejo industrial en la desembocadura del río de la Miel, donde se encontraron varias fábricas de salazón de pescado. Se han descubierto cientos de ánforas utilizadas para transportar el producto a diversos mercados, como Pompeya, Ostia, Britannia, Palestina, Grecia, Siria, Anatolia, Líbano, Israel y Egipto. Estos hallazgos confirman la importancia y el alcance económico de las factorías de Iulia Traducta en los mercados hispanos.

Moneda de Iulia Traducta

Los barcos romanos cargados con ánforas de salazón partían de los puertos de Carteia, Iulia Traducta y Caetaria, donde atracaban en embarcaderos de madera situados en los estuarios o en los cursos bajos de los ríos. Estas embarcaciones comerciales tenían diferentes tamaños, pero predominaban las de mayor tamaño debido a su mayor rentabilidad.

Según los descubrimientos arqueológicos recientes, Iulia Traducta se convirtió en una base estratégica del ejército bizantino y de los mercaderes griegos a partir del siglo VI d.C. Durante este período, los puertos de Carteia, Iulia Traducta y Ceuta se convirtieron en centros comerciales importantes que conectaban el Mediterráneo occidental con los puertos bizantinos del Mediterráneo oriental y el norte de África.

En definitiva, durante la época del Imperio Romano, las ciudades costeras de Carteia, Iulia Traducta, Caetaria, Baelo Claudia y Mellaria explotaron intensivamente los recursos pesqueros, especialmente el atún rojo. El pescado era procesado en factorías de salazón y comercializado a otros territorios. Este ciclo de actividad económica, con ciertas fases de recesión no confirmadas por la arqueología, se prolongó hasta los últimos siglos de la Antigüedad. Durante la segunda mitad del siglo VI d.C. y primeras décadas del VII, las ciudades del Estrecho experimentaron un renacimiento comercial bajo el control bizantino, conectando la Bahía de Algeciras con los prósperos puertos bizantinos del Mediterráneo oriental y del norte de África, impulsado principalmente por comerciantes griegos.

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