El transporte marítimo pasa por momentos inéditos, nunca antes experimentados y que generan una gran incertidumbre sobre el devenir de su futuro.
Las consecuencias de la crisis generada por el COVID-19 no pasan de largo por el transporte marítimo. Es más, muy probablemente resulta ser uno de los sectores más ampliamente afectados, con graves y, en muchos casos, impredecibles efectos sobre muchos de los aspectos más sensibles de esta industria.
Suspensión y parada de líneas de cruceros, parada temporal (lay up) de un importante número de buques en el sector offshore, congestión de puertos y terminales de contenedores, desorbitada subida del coste del transporte marítimo, lo que ya ha supuesto en algunos casos encarecimientos de entorno al 500% en relación con la prepandemia, imposibilidad de realizar relevos entre los marinos a la vez que ya se aventura una grave falta de marinos en el futuro próximo … ¡el panorama es desalentador!.
Así, durante meses la flota mundial de buques de crucero se ha visto obligada a suspender sus rutas obligando a las compañías a establecer exigentes medidas y protocolos para evitar los contagios a bordo aunque, evidentemente, el “riesgo cero” no existirá hasta que los profesionales de la salud tengan más experiencia con el virus, su capacidad para que surjan variantes más nocivas y/o contagiosas, así como la potencial protección de las vacunas.
A pesar de que ya se han realizado intentos para adaptarse a la “nueva realidad”, no es menos cierto que igualmente ya se han detectado algunos contagios que han afectado a este tipo de buques, provocando la necesidad de establecer cuarentenas y “encerrar” a los pasajeros en sus camarotes ante la detección del virus a bordo. Todo ello, agravado por la circunstancia de que la procedencia de los tripulantes de los buques de crucero abarca prácticamente todo el globo y, por tanto, diferentes niveles de protección/vacunación, lo que indudablemente eleva el riesgo.
Por otra parte, desde la caída de los precios del petróleo en 2014/2015, y ahora, como parte de las consecuencias de la crisis generada por el COVID el sector offshore (oil & gas) se ha visto muy seriamente afectado con paradas de flotas de buques de apoyo y suministro a plataformas (supply vessels), quiebra de algunas de las -hasta ahora- compañías mayores y más importantes del mundo.
La extracción de petróleo y/o gas de los fondos marinos, resulta ser una de las modalidades más costosas para hacernos con esas materias primas y por ello, sin duda, este sector tan especializado está sufriendo un serio retroceso que obligará a la reestructuración de los activos -incluidos los buques y plataformas- por lo que, además de las paradas de flota ya experimentadas, ya se han anunciado suspensiones de contratos para futuras unidades offshore como plataformas y/o FPSO además de los inminentes desguaces a los que serán sometidos un gran número de buques auxiliares que quedarán obsoletos y “sin trabajo”.
Por otro lado, gran número de puertos y terminales de contenedores, sobre todo a ambos lados del pacífico, sufren una congestión “sin precedentes” debido a la ralentización en la entrega/recepción de mercancías en destino propiciada por la incertidumbre generada por el COVID, lo que ha generado una notable falta de contenedores vacíos que permitan seguir exportando a los productores sobre todo asiáticos.
Para colmo, el incidente del EVER GIVEN en el Canal de Suez, ha venido a agravar la situación colocando al transporte de contenedores frente a la encrucijada de un posible colapso.
Como consecuencia inesperada y nunca antes experimentada, los costes del transporte marítimo de contenedores se han disparado alcanzando niveles que quintuplican los precios anteriores al COVID e inevitablemente, la industria exportadora -donde quiera que ésta se encuentre- se está enfrentando a una grave falta de pedidos y, por consiguiente, a previsibles paradas de la producción en los lugares de destino que se nutren con importaciones de materias, equipos y/o componentes que “nunca llegan” o que se ven afectadas por precios imposibles de repercutir en los consumidores finales.
Finalmente, dos aspectos más están afectando muy seriamente al transporte marítimo. Por una parte, la imposibilidad de realizar relevos de los marinos debido a las reticencias de algunos países y/o compañías para no permitirlos por precaución frente al COVID, lo que está generando que cientos de miles de profesionales (gente de mar) se encuentren literalmente encerrados en sus buques sin haber podido disfrutar de los merecidos periodos de descanso lo que, por otra parte, contraviene los convenios internacionales que regulan estas materias.
Además de los efectos nocivos que para la salud puede provocar esta falta de descanso para los marinos, son muchos los que ya están buscando posibles alternativas de trabajo diferentes a la flota.
Con ello, la inminente falta de marinos que vaticina el reciente informe de BIMCO/ICS se agravará por la búsqueda de nuevos horizontes de estos profesionales que ya no pueden aguantar más la presión de la incertidumbre y el abandono al que se están viendo sometidos.
Como prueba de todo ello, ya se están dando casos de importantes subidas de salarios para procurar “convencer” a los marinos de que permanezcan en sus puestos mientras se esperan las consecuencias de la “nueva realidad”.
Después de la tormenta… vendrá la calma.
De acuerdo con la Organización Marítima Internacional (OMI), en torno al 80% del transporte de mercancías a nivel global se realiza por vía marítima.
Asimismo, resulta preciso destacar que actualmente la población mundial supera los 7.000 millones de personas y se prevé que, en un par de décadas, se encuentre en torno a los 10.000 y, por lo tanto, si queremos alimentar y vestir y -en definitiva- facilitar el bienestar al mayor número de personas posible, necesitamos del comercio y del transporte marítimo que lo sustenta en gran medida. No en vano, el transporte marítimo -a pesar de todas las crisis precedentes- resulta ser prácticamente una de las pocas actividades humanas con cobertura global y en continuo crecimiento.
Así, es preciso destacar que, durante la crisis generada por el COVID y, muy a pesar de los problemas e incertidumbres antes reseñados, hasta la fecha no se ha experimentado desabastecimiento de productos básicos y/o de primera necesidad lo que ha sido debido en gran parte gracias al funcionamiento ininterrumpido del sistema de transportes que, comenzando por el transporte terrestre (carretera y ferrocarril), pasando por los puertos y terminales así como la flota internacional, han sabido y podido dar respuesta a las necesidades sobrevenidas.
Y finalmente, es preciso reconocer que, si los numerosos y necesarios desplazamientos de personas a nivel global han podido influir en la diseminación del virus, no cabe duda que el transporte también será parte de la solución al facilitar la necesaria y rápida distribución de vacunas y/o medicamentos para que esta terrible pesadilla termine pronto y con final feliz.