Durante el siglo XIX, las rutas terrestres intransitables que unían la bahía de Algeciras con Cádiz, Málaga y Ronda, constituían una barrera considerable para los viajeros que intentaban moverse entre las poblaciones del Estrecho y las ciudades importantes de su entorno. Esta falta de vías de comunicación adecuadas para carruajes obligaba a los viajeros a navegar por las peligrosas sendas de la sierra de Gaucín o de La Trocha, a lomos de mulas o caballos, y a menudo expuestos a los asaltos de los bandoleros. Esta problemática se evidencia en numerosos relatos de viajeros románticos que recorrían estos caminos de herradura.
Tal vez, esta circunstancia fue una de las principales razones por las cuales los aventureros que se atrevían a hacer el viaje, atraídos por la singularidad de nuestros pueblos y la exótica presencia de la colonia de Gibraltar, optaban por llegar a estas costas por vía marítima, a pesar de los peligros que presentaban los trayectos en barcos de vela que llegaban desde Levante o Poniente.
Se han documentado las llegadas de viajeros ilustres al puerto de Algeciras, como Leandro Fernández de Moratín, François-René de Chateaubriand, Lord Byron, John Carr, George Borrow, Teófilo Gautier, Maximiliano I, Pedro Antonio de Alarcón, James Aitken Willie, Augustus John Cuthbert Hare, Rafael Gisbert y Ramón Martínez García, que llegaron a Algeciras a lo largo del siglo XIX, abordo de distintos navíos.
Estos testimonios evidencian el uso común del puerto de Algeciras durante el siglo XIX como puerto de escala en los viajes de larga distancia realizados por barcos que cruzaban el Estrecho desde el Mar Mediterráneo o desde puertos atlánticos.
Los viajeros solían desembarcar en Algeciras y continuar su viaje hasta Cádiz o la serranía de Ronda por vía terrestre a lomos de mulos o caballos. Las crónicas de la época también nos permiten entender que, desde mediados de siglo, existían conexiones regulares con Ceuta y Tánger y otros enlaces diarios, mediante faluchos y otros buques más grandes, con el puerto de Gibraltar.
A principios del siglo XX, aunque existían vapores con varios enlaces diarios entre Algeciras y Gibraltar, era común que viajeros de cierto nivel económico cruzaran la bahía a bordo de estos barcos. Además, desde, al menos, el año 1850, existía un servicio marítimo regular entre ambos puertos que era utilizado por gran número de vecinos que acudían a la Roca para trabajar en el puerto o en el comercio local de la colonia.
Algeciras siempre fue el principal puerto de conexión de la ciudad norteafricana de Ceuta con la Península, exceptuando los siglos XV, XVI y XVII, período en el que, destruida Algeciras entre 1379 y 1385, su lugar fue ocupado por Gibraltar.
Sin embargo, la Guerra de África de 1860 reactivó la función del puerto de Algeciras como puerto de pasaje, convirtiéndose en el puerto de embarque para las tropas que luchaban en Marruecos. Durante la guerra, Algeciras se convirtió en un hospital de retaguardia para los numerosos heridos.
Pero fueron las conexiones diarias con la vecina colonia de Gibraltar, las que absorberían la mayor parte del tráfico de pasajeros realizado por el puerto de Algeciras a lo largo del siglo XIX. Las dos rotaciones diarias que realizaban los vapores que unían ambos puertos desde, al menos 1850, permitían transportar a numerosos pasajeros que acudían cada día desde Algeciras para trabajar en la pujante colonia, ya fuera en las obras de ampliación del puerto, en la carga y descarga de carbón o en las actividades comerciales.
La línea marítima regular entre Algeciras y Gibraltar
El Puerto de Algeciras ha sido testigo de una larga historia de conexiones marítimas a lo largo de los siglos. Un hito importante en esta historia se remonta al año 1824, cuando se estableció una línea regular de navegación entre los puertos de Algeciras y Gibraltar. En ese entonces, el viajero Isidore Taylor describió la travesía como realizada por barcos de elegantes diseños y destacó las cualidades náuticas que eran apreciadas por los marineros.
En el año 1850, se menciona de manera explícita el servicio regular de vapores que conectaba los puertos de Algeciras y Gibraltar. Estos vapores realizaban dos viajes de ida y otros dos de vuelta al día. El «Iris», Boletín de Intereses Locales, Literatura y Bellas Artes, publicado en Algeciras, informó el 2 de julio de 1850 que el vapor de hierro «El Vencedor» saldría de Algeciras a las 7 de la mañana y a las 2 de la tarde, y de Gibraltar a las 11 de la mañana y a las 6 y media de la tarde. Los domingos, los horarios eran a las 8 de la mañana y a las 6 de la tarde desde Algeciras, y a las 10 y media de la mañana y a las 7 y media de la tarde desde Gibraltar.
Según la Guía Oficial de Cádiz, su provincia y departamento, del año 1883, en aquel tiempo se realizaban tres viajes diarios entre Algeciras y Gibraltar a cargo de los vapores de la Línea de Thomas Haynes, llamados «Calpe Foundry» y «Primero de Algeciras». Este último vapor de rueda estuvo en servicio hasta el año 1901.
En 1896, Rafael Gisbert, a bordo del vapor correo «El Apóstol» proveniente de Ceuta, describe su entrada a la bahía de Algeciras y menciona un vapor de ruedas que cruzaba desde Gibraltar hacia un muelle alto, sostenido por pilares de armadura de hierro. Además, Gisbert relata su experiencia en el viaje desde Algeciras a Gibraltar, describiendo una cubierta llena de butacones de mimbre bajo un toldo de colores y observando a los marineros con sus impecables uniformes, lo que le generó una sensación difícil de definir.
En 1892, con la finalización de la construcción de la Línea del Ferrocarril de Bobadilla a Algeciras y la posterior puesta en servicio del muelle de Madera, la compañía The Algeciras-Gibraltar Railway Company Limited, propietaria de la línea ferroviaria y del muelle, estableció un servicio propio de vapores para unir los puertos de Algeciras y Gibraltar. Estos vapores realizaban sus rutas en coordinación con los horarios de los trenes que partían o llegaban a la terminal ferroviaria del puerto de Algeciras.
El primer vapor en realizar la travesía entre el muelle de Madera y el de Gibraltar fue el «Elvira», un barco de ruedas de paletas que operaba con cuatro viajes diarios entre ambos puertos. El costo del viaje era de 1 peseta si se hacía en popa y de 0,50 pesetas si se hacía en proa.
El «Elvira», construido en 1892 en Glasgow, presentaba un casco de acero con una eslora de 33,66 metros, una manga de 5,66 metros y un calado máximo de 1,98 metros en la popa y 1,54 metros en la proa. Estaba equipado con una máquina de vapor de 70 caballos de fuerza, alimentada por una caldera de carbón, y contaba con dos ruedas de paletas a cada lado, lo que le permitía alcanzar una velocidad de 11,5 nudos.
Posteriormente, se unieron a esta flota los vapores de ruedas «Margarita» y «Aline». El «Margarita», construido en Glasgow en 1896, compartía características técnicas similares al «Elvira», aunque era ligeramente más grande. Ambos vapores operaron bajo pabellón inglés hasta que el 11 de febrero de 1897 fueron registrados en Algeciras. En 1901, el costo del viaje en el «Elvira» era de 1,25 pesetas, y la travesía tenía una duración de cuarenta minutos.
La conexión marítima de Algeciras con Ceuta y Tánger
Desde principios del siglo XVIII, se documenta la existencia de un servicio regular de barcos para el abastecimiento de Ceuta desde Algeciras o Tarifa. Sin embargo, la primera noticia concreta sobre una línea regular de navegación entre Algeciras y la ciudad española en el norte de África data del año 1795.
En aquel entonces, el Barón de Bourgoing, quien visitó Algeciras, informó que salía dos veces por semana un paquebote con destino a Ceuta desde Algeciras. El viaje solía durar entre tres y cuatro horas, aunque en ocasiones podía extenderse hasta ocho o diez horas. El costo del pasaje era de cuatro reales.
En 1845, según el relato de P. Madoz, la correspondencia hacia Ceuta se enviaba a través de dos jabeques. Estas embarcaciones solían partir de Algeciras los domingos y miércoles, siempre que las condiciones meteorológicas lo permitieran, y regresaban los lunes y jueves.
Para el año 1877, existía un servicio regular entre Algeciras y Ceuta a cargo de los vapores «María» y «Dos Hermanas», pertenecientes al armador gaditano Antonio Millán. Estos barcos se encargaban del transporte de correspondencia oficial y privada, así como de mercancías y pasajeros. En 1883, ambos vapores realizaban viajes diarios de ida y vuelta, con consignación en Algeciras a cargo de don Eugenio Oncala y en Ceuta a cargo de don José Más. Esta ruta continuaba en funcionamiento en el año 1900.
En 1896, dos vapores correo, uno de ellos llamado «El Apóstol», conectaban los puertos de Ceuta y Algeciras. Rafael Gisbert describe el buque cuando realizó el viaje hasta Algeciras. Según el relato de este viajero ceutí, se trataba de un vaporcito de aspecto pintoresco, con una chimenea alta en el centro y un departamento a popa con mesas y sillas clavadas al piso. A los lados, se encontraban literas con cortinillas azules y ventanillos circulares protegidos por cristales.
El letrero «Cámara de Primera» indicaba el área destinada a los pasajeros más privilegiados. El resto del pasaje se acomodaba como podía en la cubierta, resguardándose entre mamparas y equipajes. Sobre la cámara de primera, había una pequeña azotea que se conectaba con el puente del capitán mediante una pasarela ligera. En la parte trasera ondeaba la bandera española y en el palo mayor se alzaba el gallardete de correo. El viaje duró alrededor de dos horas y contaba con unos treinta pasajeros a bordo.
La “Compañía Trasatlántica Española”
La «Compañía Trasatlántica Española» se fundó el 1 de junio de 1881 bajo la dirección de Antonio López y López, primer Marqués de Comillas, junto con otros socios, entre los que se encontraba Patricio de Satrústegui Buis.
En 1861, la compañía obtuvo la concesión para el transporte de comunicaciones marítimas, incluyendo correo y pasajeros, entre España y las posesiones de Puerto Rico y Cuba. Para este propósito, recibió una subvención del Gobierno y la concesión fue confirmada en 1868 mediante un concurso público convocado para su adjudicación.
En 1890, se inició la construcción del primer barco de la Compañía, llamado «Joaquín Piélago», en los astilleros de Matagorda (Cádiz). Este nombre fue elegido en honor al yerno del Marqués de Comillas. El barco fue botado el 9 de mayo de 1891 y después de realizar pruebas de estabilidad y velocidad, comenzó su operación el 16 de mayo de 1892. Su servicio estaba destinado a la ruta entre Cádiz, Tánger, Algeciras y Gibraltar, y llegó por primera vez a Algeciras el 20 de agosto de 1892.
Al igual que otros barcos a vapor de la época, el «Joaquín Piélago» estaba equipado con velas como respaldo en caso de fallos en el motor. Tenía un aparejo compuesto por dos foques, una vela estay y dos velas de cuchillo, con una superficie vélica de 510 metros.
En 1893, el «Joaquín Piélago» partía de Cádiz los lunes, miércoles y viernes con destino a Tánger, Algeciras y Gibraltar, y regresaba a Cádiz los martes, jueves y sábados. Según Emilio Santacana, en 1897, los vapores correos de Ceuta y Tánger ofrecían servicios diarios y trisemanales.
Sin embargo, cuando en julio de 1932 se anuló el contrato acordado entre la «Compañía Trasatlántica Española» y el Estado, firmado en agosto de 1925 durante el gobierno de Primo de Rivera, gran parte de la flota quedó amarrada y fuera de servicio. En esas circunstancias, el «Joaquín Piélago» se encontraba en el puerto de Cádiz cuando estalló la Guerra Civil, y permaneció allí durante todo el conflicto.
Otras líneas regulares que partían o hacían escala en Algeciras
Otras líneas regulares aprovecharon la estratégica ubicación de los puertos de Gibraltar y Algeciras, situados en una amplia y protegida bahía que servía como puerto natural. A lo largo del siglo XIX, y especialmente con la expansión del transporte marítimo impulsado por los barcos de vapor, estos puertos se convirtieron en escalas fundamentales para los buques que conectaban importantes destinos en la costa atlántica con otros en el litoral mediterráneo, como Cádiz, Sevilla, Tánger, Málaga, Barcelona y Marsella.
En 1856, el vapor de hierro «Ligero», perteneciente a la empresa Juan González Peredo, realizaba semanalmente la ruta Cádiz-Tarifa-Algeciras-Gibraltar, que ocasionalmente se extendía hasta Málaga. En 1863, el «Diario Mercantil y Marítimo de Cádiz» informaba sobre un servicio semanal entre Sevilla y Marsella, con escalas en Cádiz, Algeciras, Málaga, Almería y otros puertos. Estos servicios eran ofrecidos por los vapores de hierro y hélice «Genil», «Betis», «Darro», «Guadalete» y «Guadaira» de la naviera Segovia Cuadra y Cía. En el caso de Algeciras, estos barcos solo hacían escala los viernes en el viaje de ida.
En 1883, varios de estos barcos, como el «San Fernando», «Laffite», «Luis de Cuadra», «Vargas», «Segovia», «Guadiana» y «Guadalete», operaban entre los puertos de Sevilla y Marsella, haciendo escala en Sanlúcar, Algeciras, Málaga, Almería y Valencia. Estos vapores costeros realizaban entre tres y cuatro escalas por semana, descargando sus mercancías en el muelle Viejo o embarcando corcho depositado en él para su exportación al norte de Europa.