Un nuevo informe de Greenpeace ha destapado, según los ecologistas, una industria pesquera de calamar en rápido crecimiento y, en gran parte, no regulada. El calamar en el punto de mira: Receta para el desastre, destapa la enorme escala de la pesca mundial de calamar, que se ha multiplicado por 10 desde 1950 a casi 5 millones de toneladas anuales en la última década y hoy pone en peligro los ecosistemas marinos de todo el mundo. Operando fuera de la vista en aguas internacionales, el ascenso meteórico de la pesca de calamar y la demanda resultante de la especie no tiene precedentes históricos, con algunas áreas experimentando un aumento de más del 800 % en el número de barcos en los últimos cinco años.
En algunos casos, flota de más de 500 embarcaciones han accedido a las aguas internacionales para saquear el océano, con sus lámparas encendidas para faenar visibles desde el espacio. Greenpeace pide un Tratado Global de los Océanos ambicioso, que podría haber evitado esta situación y que será crucial para detener la futura expansión de las pesquerías sin restricciones.
Los calamares son una especie vital, su sobrepesca representa una seria amenaza para todo el ecosistema, incluidas las poblaciones vulnerables de ballenas y delfines.
Como depredador y presa, sustentan redes alimentarias completas, lo que significa que la disminución de las poblaciones de calamar tendría consecuencias catastróficas para la vida marina y las comunidades costeras que dependen de la pesca para su sustento y seguridad alimentaria. Pero dado que la mayoría de las pesquerías de calamar siguen sin estar reguladas casi en su totalidad, los barcos pesqueros pueden operar sin apenas escrutinio o seguimiento de sus capturas. Actualmente no existen sistemas regulatorios y de monitoreo específicos para seguir el comercio global de calamar. En 2019, sólo tres naciones pesqueras fueron responsables de casi el 60% de la captura mundial de calamar, China continental, Perú e Indonesia. Y solo tres mercados (China continental, España y Japón) lideraron la mayoría de los movimientos del mercado global entre 2000 y 2019.
Los gobiernos se reúnen en Nueva York para negociar un Tratado Global de los Océanos para las aguas internacionales, que cubren casi la mitad del planeta (43%). Casi 5 millones de personas han respaldado la campaña de Greenpeace por un tratado [4] y por la creación de una red de santuarios oceánicos (áreas libres de actividad humana dañina) en al menos un tercio de los océanos del mundo para 2030 [5].
La implacable expansión de la pesca del calamar en alta mar es un excelente ejemplo de actividad industrial que afecta la biodiversidad cuando se le permite operar con impunidad. Es de suma importancia que ninguna actividad o sector humano, incluida la pesca, quede excluido del ámbito de aplicación del Tratado. Estas negociaciones representan una oportunidad histórica para cambiar la gobernanza de los océanos. Como se señala en el informe, la existencia de una Organización Regional de Ordenación Pesquera (OROP), con competencia para gestionar una pesquería de calamar no es garantía de una protección eficaz de la biodiversidad. El Tratado Global de los Océanos no reemplazará ni socavará a las OROP, sino que complementará y fortalecerá su trabajo para garantizar la sostenibilidad y la salud integral de los ecosistemas al llenar los vacíos y mejorar la cooperación entre los órganos de gestión responsables de la regulación de actividades específicas en alta mar.