Activistas de Greenpeace han entregado en los ministerios de Agricultura, Pesca y Alimentación y de Transición Ecológica y el Reto Demográfico más de 200.000 firmas recogidas en España que forman parte del total de los cuatro millones que la ong ha recogido a nivel mundial para proteger los océanos. Se trata de un mandato clave de la ciudadanía dirigido a los ministros, Luis Planas y Teresa Ribera, que comparten las principales competencias en este sentido. Los activistas han portado un reloj de arena de tres metros de altura y pancartas con el lema “El tiempo se acaba para los océanos ¡Actúa ya!”.
Tras el parón de dos años por la pandemia, 2022 es de nuevo un hito, según Greenpeace, porque se retoman en marzo las negociaciones en Naciones Unidas de la cuarta y última ronda para formalizar un Tratado Global de los Océanos que supondría la protección de las aguas en altamar. Un proceso que se inició hace 10 años y que dada la emergencia ambiental en la que estamos inmersos no puede demorarse más, según los ecologistas.
Los gobiernos se reunirán en la sede central de Naciones Unidas del 7 al 18 de marzo, con un borrador que presenta cuestiones clave sin resolver, por tanto el compromiso y la representación diplomática al más alto nivel ministerial en Nueva York será clave para tener éxito en marzo. Greenpeace reclama al ministro de Pesca, Luis Planas, y a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, estar a la altura de las circunstancias con un acuerdo nacional conjunto para el tratado.
Para la organización es necesario dotar de herramientas y presupuestos reales, para que el Tratado no quede como una mera declaración de intenciones sin fundamento de gobernanza real.
El voluntariado de Greenpeace ha salido en más de 20 localidades españolas para seguir recogiendo firmas y movilizar a la ciudadanía por los océanos y para documentar en tres zonas la enorme presión industrial a la que se enfrentan los mares. La presión de la pesca industrial con barcos arrastreros en el puerto de Vigo, el aumento del tráfico marítimo en el Estrecho de Gibraltar y la presión de minería marina con petroleros atracados en Las Palmas.