Era las seis de la mañana de una jornada, la del 13 de marzo de 2020, que ya ha entrado en la historia de ambas orillas. El Ministerio de Transportes y de Logística de Marruecos, que horas antes ya se había encargado de avanzar sus intenciones, llevaba a la práctica el cierre de sus fronteras, lo que ha supuesto un serio y grave contratiempo en uno y otro lado del Estrecho de Gibraltar.
El motivo, el ya consabido de la irrupción del coronavirus, que sólo un par de días antes había sido declarado ya por la Organización Mundial de la Salud como pandemia. El Reino de Marruecos reaccionó rápida y tajantemente, dando prioridad a la salud sin tener en cuenta lo que esta decisión llevaba consigo, que no era poco. Por lo pronto, todos los ciudadanos que se disponían a cruzar la frontera terrestre desde Ceuta se vieron con el pase cerrado a cal y canto. Para que no ocurriera lo mismo con los que se encontraban en Algeciras con la idea de embarcar hacia la ciudad autónoma y de allí pasar a territorio marroquí, a éstos se les prohibió viajar. Y así desde entonces, salvo contadas excepciones como los viajes organizados por la Embajada que permite la salida de personas retenidas.
Al margen del irreparable daño moral para los miles de ciudadanos que ya acumulan un año sin poder encontrarse con sus familiares, la economía ha sido la que más se ha resentido, con la desaparición de negocios y la caída en picado de la actividad para navieras y agencias de viaje, ya que sólo se ha mantenido el enlace marítimo para el transporte de mercancías para el abastecimiento de las poblaciones.
Sin ir más lejos, tras 36 años, en el 2020 se tuvo que cancelar la celebración de la Operación Paso del Estrecho, con ingresos que se han dejado de tener para compañías que cuentan con su actividad principal en la zona y han visto caer sus ingresos hasta niveles insospechados, lo que ha derivado en ERTES y desempleo.
Ahora, tras dejar atrás varias olas de contagios y decenas de miles de fallecidos, parece que la vacuna puede convertirse en la única tabla de salvación para ver el futuro con algo más de optimismo de cara a una vuelta a la normalidad, aunque en este momento aún quede lejos. El ritmo de vacunación en este lado no invita a ello, algo que sí parece contar con visos de esperanza en Marruecos, cuyos responsables mantienen el anhelo de poder tener a más de la mitad de su población inmunizada para verano. A pesar de ello, nadie se atreve a vaticinar cuándo se volverán a subir las barreras para devolver la actividad a una de las zonas más transitadas del mundo.