Una vez conocidas las posibles soluciones planteadas por parte del Instituto Hidrológico de Cantabria, tras el estudio encargado desde la Autoridad Portuaria de la Bahía de Algeciras, a los problemas que viene padeciendo la playa de El Rinconcillo, desde la plataforma ciudadana nacida para reivindicar su recuperación se muestran «razonablemente satisfechos» por las alternativas aportadas y «que han dictaminado que hay que acometer una serie de obras y de trabajos o la playa, por la dinámica que está teniendo, se perdía», manifiesta su portavoz, José Manuel Serrano.
Esta dinámica, como detalla el representante vecinal, «se origina en el puntazo del rompeolas alargado del muelle Juan Carlos I, que genera esa marea que se lleva toda la arena a la parte del acceso norte, quedándose esta parte – por la de la zona del Botavara – descarnada, lo que afecta al paraje de Palmones, protegido y que está en una situación bastante crítica», recuerda.
Serrano confiesa que «somos razonablemente optimistas, pero hay que seguir peleando para que estas tres alternativas que plantea el estudio se lleven a cabo cuanto antes, sin demora». «El plazo que nos dio la APBA en septiembre de 2020 – que contempla la conclusión de la actuación para 2023 – es viable si no hay demora en todo el trabajo que hay que hacer por delante», que se antoja complejo por todos los pasos, también burocráticos, que se necesitan para su ejecución, por lo que esperan que «se haga sin prisa, pero sin pausa».
Entre las alternativas planteadas, se encuentra la construcción de un «dique debajo del acceso norte, aunque parece la menos viable; otro más cercano, y una tercera que es llevarlo al centro de la playa y uno semisumergido… hay que ver cuál se decide y el que da el resultado para salvar la playa y las marismas de Palmones», concluye el portavoz de Salvemos Rinconcillo.
Tenemos que conocer el desastre que ya ha creado la Universidad de Cantabria con espigones casi idénticos en Santander. No repitamos aquí lo que ya ha sucedido en Santander.
«Las obras del primer dique arrancaron en enero de este año. Los vecinos se toparon entonces con las dimensiones reales del primer espigón al ver cómo crecía el cúmulo de piedras que partía en dos el arenal. “Sobre el papel era diferente”, explica Aurelio Rianxo, miembro de la plataforma Salvar la Magdalena. En febrero, comenzaron las manifestaciones, debates y charlas, que se complementaron con la recogida de 10.000 firmas en contra de la obra. “Se ha modificado de una forma inasumible el paisaje de una zona que es la seña de identidad de la ciudad”, critica Rianxo. Junto al impacto visual, denuncia que “el agua se ha quedado sin movimiento, hay piedras y está más sucia y caliente”.
“Nos han quitado un paisaje vivo y nos han dejado uno muerto”, concreta la doctora en Arquitectura Miriam García.
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