Las navieras que operan en el Estrecho de Gibraltar y que dedican buena parte de su actividad al tráfico de pasajeros van camino de cerrar un annus horribilis, el peor que se recuerda. Y todo porque la pandemia se ha llevado por delante un alto porcentaje de los planes de ingresos para el ejercicio que en 24 días llegará a su final.
Las previsiones se cumplían hasta que el virus irrumpió con fuerza a mediados de marzo. Desde entonces, clausura de fronteras, limitación de la movilidad, restricciones a la hora de viajar, cierre de agencias, barcos amarrados a puerto, reducción de plantillas, ERTEs….
En los tres primeros meses del año, según fuentes consultadas por EL ESTRECHO DIGITAL, el movimiento de personas era el habitual por esas fechas, con estadísticas similares a las de años anteriores, y con la mirada puesta ya en la llegada de la Semana Santa, periodo que miles de viajeros aprovechan para trasladarse a la otra orilla. Sin embargo, este fue el primer varapalo recibido, con un más que posible incremento del tránsito que se vino abajo, ya que, para entonces, Marruecos había decretado, desde el 14 de marzo, el cierre de sus fronteras, que sólo permanecían abiertas para el transporte de mercancías, considerado actividad esencial durante la pandemia.
La curva de contagios comenzó a bajar a medida que se acercaba el verano, lo que provocó que, sin ir más lejos, el enlace con la Ciudad Autónoma de Ceuta se restableciera casi con normalidad, aunque nunca alcanzando los registros de ejercicios anteriores, ya que se mantenía la recomendación de que los desplazamientos se realizasen por cuestiones profesionales o estudios. También comenzaron los viajes programados para repatriaciones desde Tánger Med, aunque el paso seguía cortado, a pesar de que se especulara en múltiples ocasiones con la posibilidad de que el reino alauita cediera y terminara abriéndolo, algo que no ocurrió, por lo que no se pudo celebrar la esperada y tradicional Operación Paso del Estrecho, más cuando Marruecos no dejaba de prorrogar, mes a mes, su estado de alarma ante el incremento de contagios en su territorio.
La principal entrada de ingresos – y en la que basan buena parte del ejercicio económico de cada año desde hace 34 – se cancelaba definitivamente, lo que se traducía en que los alrededor de tres millones de personas (3.340.045 en 2019) y más de 700.000 vehículos (760.215 en 2019) esperados por estos lares se quedaban sin desplazarse en esta edición, mandando al traste las aspiraciones del sector, en el que no sólo están inmersas las compañías, también sus proveedores, agencias de viaje y un largo etcétera.
Según los datos consultados por EED, la caída del tráfico de pasajeros empezó a experimentarse ya en marzo, con el descenso del 53%, para alcanzar el pico más elevado en abril (92%), recuperándose durante los meses de septiembre y octubre (64%), incrementándose en noviembre al alcanzar el 79% del descenso en el volumen de pasajeros y vehículos embarcados.
Con estos números, si se toma como referencia la media de los precios de cada billete de barco, podemos llegar a un balance aproximado que nos indica que las navieras han podido dejar de ingresar, en lo que va de pandemia, más de 120 millones de euros, una cifra más que significativa y que ha hecho temblar los cimientos económicos de más de una.
La situación es más que preocupante ante el notable descenso del transporte de pasajeros en esta zona, el peor balance que se recuerda y que, se espera, pueda empezar a recuperarse con la ansiada llegada de la vacuna y la apertura de fronteras, algo que, de producirse, podría provocar la avalancha de viajeros, sea cual sea la época del año.