Como desde 1998, este 21 de noviembre se ha celebrado el Día Mundial de la Pesca, que, indudablemente, ha estado marcado por la pandemia del coronavirus que azota al planeta.
Se trata de una fecha que sirve como recordatorio de que hay que centrarse en cambiar la forma en que el mundo gestiona la pesca internacional para asegurar poblaciones sostenibles y ecosistemas oceánicos saludables.
Las comunidades pesqueras de todo el mundo celebran este día con una programación cultural muy variada: talleres formativos, obras de teatro, exposiciones culturales, espectáculos de música y demás actividades, con el fin de sensibilizar sobre la importancia de mantener las pesquerías del mundo y la sostenibilidad de nuestros océanos, aunque en la mayoría de los casos, todas estas iniciativas no han podido llevarse a cabo como estaba diseñado en un principio por culpa de la pandemia.
A nivel mundial, la pesca da empleo a casi 60 millones de personas, sorprendiendo que uno de cada tres trabajadores es mujer, siendo Asia quien cuenta con el mayor número de empleados en este ámbito, con aproximadamente el 85 por ciento de la fuerza laboral mundial y dispone de 3.1 millones de buques, que representan el 68 por ciento de la flota pesquera mundial.
El impacto de la COVID-19 en la industria pesquera atañe principalmente al ámbito de las respuestas estratégicas que han adoptado los gobiernos frente a la pandemia, como el distanciamiento social, el cierre de mercados de pescado, la escasa afluencia de clientes a hoteles y restaurantes. Esto supone un grave problema para la venta de pescado fresco y otros productos pesqueros, sobre todo en lo que se refiere a la disminución de la demanda y a la caída del precio del pescado, razón por la cual, en la situación actual, la pesca, el procesamiento de pescado, el consumo y el comercio han disminuido de manera constante.
En países donde esta actividad supone un apoyo importante a nivel económico para miles de familias, se ha hecho especial hincapié en la sostenibilidad, ya que, en tiempos de crisis como los actuales, se convierte en el único medio para subsistir.
RETOS. Además de los efectos de la pandemia, el sector de la pesca tiene que afrontar problemas crónicos que la atormentan y ante los cuales, los retos planteados por la COVID-19 palidecen. Estos problemas crónicos, que representan el “crimen pesquero”, son la sobrepesca y la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), prácticas que todavía se llevan a cabo en distintos lugares del mundo, bajo cualquier pabellón, y que son perpetradas, con frecuencia, por grupos que cuentan con poderosas flotas y mejores recursos. Violan las leyes y las normativas internacionales y nacionales. Esto penaliza a los verdaderos pescadores y a las comunidades pesqueras, que tienen que hacer frente a una competencia desleal y ver cómo se agotan las poblaciones de peces a un ritmo que provoca que éstas no tengan tiempo de regenerarse.