El Papa ha lamentado el desastre ambiental de la isla de Mauricio provocado después de que el buque japonés MV Wakashio, con 3.800 toneladas de combustible y 200 toneladas de gasóleo a bordo, haya quedado varado durante dos semanas en Pointe d’Esny, una zona protegida cerca del parque marino de Blue Bay, lo que ha puesto a todo el ecosistema en peligro.
«Hoy se celebra un concierto en Port Louis, capital de Mauricio, que ha sufrido un grave desastre ambiental», ha señalado tras recordar que los cristianos de todo el mundo celebran del 1 de septiembre al 4 de octubre el Tiempo de la Creación y que el 1 de septiembre se celebra el Día de la Creación.
Las declaraciones del pontífice se producen en un momento en el que decenas de miles de personas se manifiestan por las calles de Port Louis por la mala gestión del vertido de petróleo del buque japonés y la muerte de más de 40 cetáceos.
Asimismo, Francisco se ha mostrado «preocupado» por las tensiones entre el Gobierno de Ankara y de Atenas por el control de una zona marítima rica en hidrocarburos. La espiral de tensiones se ha agravado en los últimos días después de que Turquía haya puesto en marcha maniobras militares en esta zona. Así, ha hecho un llamamiento al «diálogo constructivo» y a respetar la «legalidad internacional» como medio para «resolver los conflictos».
Durante el Ángelus de este domingo, al comentar el pasaje del Evangelio del día (cuando Jesús, camino de Jerusalén, empieza a hablar de su pasión), el Papa se ha detenido en las actitudes que debe tener un «verdadero discípulo». La primera, según ha indicado, es «renunciar a sí mismos», que no significa «un cambio superficial, sino una conversión, una «inversión de valores».
La otra actitud es la de tomar la cruz. Y, de este modo, ha explicado: «No se trata solo de soportar con paciencia las tribulaciones cotidianas, sino de llevar con fe y responsabilidad esta parte de cansancio y de sufrimiento que la lucha contra el mal conlleva».
Por todo ello, ha invitado a los católicos a tomar en serio el «compromiso de llevar la cruz» que, tal y como ha subrayado, «se convierte en participación con Cristo en la salvación del mundo». De ahí que haya destacado que con la cruz colgada en la pared de casa o colgada al cuello, los cristianos evidencian su deseo de unirse a Cristo «en el servir con amor a los hermanos, especialmente a los más pequeños y frágiles». «La cruz es signo santo del Amor de Dios y del Sacrificio de Jesús, y no debe ser reducida a objeto supersticioso o joya ornamental», ha advertido a este respecto.