Las aves realizan un gran esfuerzo para cruzar el Estrecho de Gibraltar en sus dos migraciones anuales entre África y Europa, un cruce agónico con condiciones meteorológicas adversas y que deciden tras una compleja estrategia y no por mero instinto, según ha aclarado una investigación de más de dos años.
Este estudio, publicado en el Journal of Animal Ecology, de la Sociedad Ecológica Británica y al que ha tenido acceso Efe, se basa en el seguimiento satelital de 73 milanos negros, una de las especies más numerosas de entre los millones de aves que cada año cruzan el Estrecho, en otoño para invernar en África, y en primavera para regresar a Europa y reproducirse.
La Fundación Migres, que lleva más de veinte años estudiando esta migración ornitológica, una de las más importantes del mundo, censó el paso de 164.468 milanos negros en el último paso otoñal.
Alejandro Onrubia, coordinador científico de la Fundación Migres y coautor de este trabajo, junto a Carlos David Santos, João Paulo Silva y Martin Wikelski, del Max Plank Institute, y Antonio-Román Muñoz, de la Universidad de Málaga, ha señalado a Efe que esta investigación es una de las más completas realizadas hasta ahora para comprender cómo las aves vuelan entre las dos orillas del Estrecho, separadas por una distancia mínima de 14 kilómetros en el centro, pero que supera los 30 kilómetros en sus extremos.
Una migración «muchas veces agónica», ha destacado Onrubia, porque el mar «es una barrera difícil de superar para las aves terrestres», a las que «les causa pánico» porque no tiene corrientes de aire ascendente, como la tierra, que les permite planear.
Además, ha remarcado, en el Estrecho se entablan con frecuencia vientos cruzados de Levante o de Poniente «muy fuertes que dificultan superarlo».
LA TECNOLOGÍA MÁS AVANZADA. Estos 73 milanos fueron marcados con dispositivos GPS de última generación que transmitieron, «con precisión de centímetros y cada dieciséis segundos», la posición, altitud y dirección de cada ave.
Además, se incorporó un acelerómetro, que informó de la forma de vuelo del ave, si planeaba o aleteaba, y cuántas veces lo hacía por minuto, ha explicado Onrubia.
Esta ingente información determinó que los 73 milanos sumaron un centenar de intentos de cruce del Estrecho y que en casi cuarenta ocasiones lo abortaron y regresaron a tierra, «lo que evitó que murieran», ha explicado Onrubia.
Cuatro de estos milanos «se posaron en tierra nada más llegar y alcanzaron la costa volando muy bajo, apenas diez metros sobre el mar, porque estaban al límite de sus fuerzas, exhaustos», ha destacado.
Este estudio estima una tasa de mortalidad de algo menos del uno por ciento en cada cruce del Estrecho, lo que significa que cada año caerían ahogados más de mil milanos negros.
ALTITUD Y DIRECCIÓN. La investigación ha determinado que las aves no afrontan el difícil cruce del Estrecho por mero instinto, sino tras una elaborada estrategia que realizan examinando las condiciones meteorológicas y sus condiciones físicas.
Onrubia ha explicado que cuando los vientos cruzados son muy fuertes, los milanos negros comienzan el cruce del Estrecho desde una gran altitud, de 1.300 a 1.500 metros, «porque saben que van a tener problemas y salen a mayor altura para garantizarse que al descender por la falta de térmicas alcanzarán la otra orilla y no caerán al mar».
Cuando el viento es más favorable, los milanos comienzan a cruzar a sólo unos 800 metros de altitud, ha señalado Onrubia, quien ha destacado que algunos milanos han sido capaces de cruzar el Estrecho con vientos cruzados de hasta 70 kilómetros por hora, «pero todos ellos ejemplares adultos que ya han superado esta prueba varios años».
Los milanos también suelen cruzar el Estrecho por su zona central y más corta, de 14 kilómetros, pero a veces los vientos los desvían hacia los extremos y llegan a volar hasta 30 kilómetros.
«Si la distancia del Estrecho fuese de cinco kilómetros más, muchas aves no lo podrían cruzar por superar el límite de sus fuerzas», ha apostillado.
ESTRATEGIA Y NO INSTINTO. Este estudio ha determinado que las aves analizan variables antes de decidirse a cruzar el Estrecho, «lo que significa que tienen un comportamiento más complejo de lo que se pensaban y que antes de tomar una decisión evalúan varias estrategias», ha añadido Onrubia.
«El pájaro no toma decisiones por instinto, sino tras un trabajo cerebral, no cruza indiscriminadamente, sino que se marca una estrategia de vuelo para alcanzar la otra orilla», ha destacado.
Un ejemplo de esta toma de decisiones complejas es «el momento crucial» en el que un ave renuncia a cruzar el Estrecho por condiciones meteorológicas adversas o por falta de fuerzas y opta por regresar a tierra.
Que la decisión de cruzar el Estrecho es compleja también se evidencia en que los milanos jóvenes, que por primera vez se enfrentan a volar decenas de kilómetros sobre el mar, suelen adoptar las peores decisiones.
«Los juveniles son los más temerarios, los que más esfuerzos hacen, porque cruzan el Estrecho por el peor sitio, a menor altura y vuelan mayores distancias y se desgastan más, mientras que los adultos hacen un cruce mucho más eficaz, a mayor altura, con mejores vientos y recorren distancias menores y con un menor coste», ha indicado Onrubia.
Este trabajo, considerado uno de los más importante de los realizados hasta ahora, también ha señalado que la estrategia compleja de las aves migratorias antes de decidirse a cruzar el Estrecho explica por qué se acumulan centenares o incluso miles de ejemplares en las orillas cuando perciben que las condiciones climáticas son adversas y esperan a que mejoren para sobrevolar el mar. EFE