No cabe la menor duda. La decisión, casi consumada, del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, de cesar en su cargo al algecireño Salvador de la Encina como presidente de Puertos del Estado supone un nuevo agravio hacia el Campo de Gibraltar. Una tierra que tambíen existe, pero, que por culpa de la indolencia de sus agentes sociales, en particular, y sus habitantes, en general, no se hace visible como Teruel.
Salvador de la Encina ha tenido, a lo largo de su dilatada carrera política, aciertos y errores, como todos a diario, pero lo cierto es que como presidente del Organismo Público Puertos del Estado ha firmado un destacado papel, consiguiendo logros que sus antecesores, durante años, no habían podido alcanzar.
La seguridad jurídica y la paz social lograda para el sistema portuario y para la economía española en general, tras un arduo diálogo con empresas y trabajadores del sector de la estiba, le ha permitido ganarse el respeto de quienes han formado parte de la negoación – aún pendiente de rúbrica – del V Acuerdo Marco del sector. Esto, en un ambiente en el que, además, ha logrado cerrar el Ill Convenio Colectivo de Puertos del Estado y Autoridades Portuarias, recuperando de forma efectiva la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y trabajadoras publicos del sistema.
Además, De la Encina será relevado cuando había llegado con los sindicatos a otro importante acuerdo para presentar, en breve, un nuevo reglamento para la Policía Portuaria. Un cuerpo con inumerables demandas desde hace años en los puertos de nuestro país.
A esto se suma el diálogo abierto con todos y cada uno de los 28 puertos de interés general del país, cuyo apoyo (al menos, en privado o en corrilllos portuarios) ha sido casi unánime, a la hora de mostrar su malestar por el injustificado cese del todavía presidente, con quien se habían cerrado acuerdos importantes para dar a conocer, en pocas semanas, el nuevo Marco Estratégico del Sistema Portuario de Interés General.
Éstas y otras muchas cuestiones hacen pensar en el mayúsculo error que – sin menospreciar a la figura de su sucesor, ni valorar su trabajo al frente de la Autoridad Portuaria de Castellón – va a cometer el máximo responsable de la cartera de Fomento al cesar al político algecireño.
El sistema portuario nacional necesitaba desde hace años de una persona que diera estabilidad, seguridad y sensatez al sector, pero la mala suerte de este país es que quien estaba consiguiendo otorgar todos esos valores a nuestros puertos procede del Campo de Gibraltar. Una tierra denostada donde las haya por la indolencia de quienes ven cometer tropelías como ésta y se limitan a comentarlas en corrillos de bares, en calles y, ahora, en redes sociales, pero siguen siendo incapaces de demandar a sus políticos, agentes socioeconómicos, etc, etc, lo que verdaderamente consideran justo: la continuidad de un trabajador que estaba haciendo bien, muy bien, el cometido que se le encargó y que, por un capricho o venganza, va a ser quitado de en medio de un plumazo.
El puerto de Algeciras pierde, pero también pierden otros muchos. Lo injusto de todo es que, al menos que sepamos, el relevo de De la Encina no ha sido pedido por quienes dependían de su trabajo y gestión. Así es la política o, al menos, parte de la política de este país, pero qué vamos a hacer. Teruel existe, pero el Campo de GIbraltar, no. Nosotros seguiremos siendo los que soportemos – a pesar de tener el primer puerto de España y el primer polígono industrial de Andalucía; los mejores campos de golf de España, dos parques naturales, las mejores playas y otras muchas potencialidades – cómo se nos hurta, una y otra vez, la posibilidad de crecer, mientras otros sí pueden cada día subirse a ese tren (ya nos entienden).