La Rugulopteryx okamurae se ha convertido en una gran amenaza para el ecosistema de nuestro litoral, aunque su presencia cada vez es mayor en la costa de otras provincias cercanas, como Málaga y Huelva.
Los principales perjudicados llevan ya varios años avisando del contratiempo que supone tener que convivir a diario con ellas en sus redes de pesca, pero no ha sido hasta hace hace pocos meses cuando las administraciones han empezado a reaccionar tras escuchar la voz de alarma, con estudios, planes y la búsqueda de posibles soluciones para paliar los efectos de la invasión de esta especie asiática.
Sin embargo, hay voces expertas que vaticinan que difícilmente se le puede encontrar una vía de escape a esta “catástrofe ambiental”, ante la espectacular extensión desarrollada por el alga en los fondos de nuestras costas, llegando a alfombrarlos por completo.
Estas mismas voces apuntan a una alternativa que puede servir para solventar varios frentes abiertos, para ello, «hay que tomar este problema como una oportunidad», defienden. Si la especie empieza a considerarse una materia prima que la naturaleza “regala”, es cuestión de centrar todos los esfuerzos, principalmente económicos, en poner en marcha distintas iniciativas para la recogida de estas algas -actividad por la que se le recompensaría a los pescadores, que ya lo vienen haciendo durante los últimos años – y, con posterioridad, serían almacenadas y tratadas con el fin de elaborar cosméticos y hasta fármacos, con los que se iría completando el retorno de las inversiones iniciales.
Todas las claves las aportan desde el colectivo Algas Marinas del Estrecho, una iniciativa puesta en marcha en Tarifa desde 2016 que comanda el profesor Antonio Vegara.