El Academik Lomosonov ha llegado a su destino en el Ártico después de un viaje de 5.000 kilómetros de tres semanas de duración. Su objetivo de suplir la producción eléctrica de dos centrales de la zona de Pevek que se van a cerrar.
El diseño y construcción del Academik Lomosonov ha durado una década y su periplo comenzó en abril de 2018, cuando salió a remolque de San Petersburgo rumbo a Múrmansk. La localidad está cerca de la remota base militar en la que murieron cinco personas por un accidente durante el ensayo de un misil nuclear, cuyos detalles son secreto de Estado, y que elevó los índices de radiación en una localidad cercana.
Una coincidencia que ha alimentado el debate en torno al eventual impacto ambiental de un fallo de esta central flotante. Rosatom, la agencia atómica rusa, insiste en que el Academik Lomosonov no puede hundirse en ninguna circunstancia y que incorpora enseñanzas del desastre de 2011 en Fukushima (Japón).
El buque cuenta con dos reactores de agua presurizada que pueden generar electricidad suficiente como para abastecer a una localidad de unos 100.000 habitantes. Además de a los 4.000 habitantes de Pevek, también aportará electricidad a varias minas y plataformas petroleras situadas en aguas cercanas. Este proyecto aspira a fabricar en serie buques con capacidad nuclear que revitalicen la economía de una región rica en recursos naturales pero muy aislados del resto del país.
La organización ecologista Greenpeace ya ha advertido de que el Academik Lomonosov es un peligro medioambiental, un «Chernóbil flotane», por lo que ha pedido que se cancele el proyecto. Rusia sin embargo sostiene que cuenta con potentes medidas de seguridad que lo hacen invulnerable a tsunamis y otros desastres naturales. Estados Unidos ya experimentó con este tipo de tecnología, pero posteriormente la descartó.