La cumbre del G-7 celebrada en Biarritz el pasado fin de semana ha venido a corroborar, por enésima vez, la falta de conectividad y sensibilidad de la clase política hacia sus administrados.
Nuestras autoridades, tanto autonómicas como estatales, sin obviar a las de nuestro país vecino, Francia, organizador de la cumbre, han demostrado con creces una absoluta falta de planificación para facilitar el libre desplazamiento de personas y mercancías entre los dos países y el resto de Europa.
Fieles a sus particulares intereses, les ha importado un bledo la coincidencia de este evento con el período vacacional, en el que, cada año, miles de ciudadanos tratan de disfrutar de un merecido descanso. Y, por supuesto, tampoco han reparado en las consecuencias de estrangular al transporte de mercancías por carretera de ambos Estados, al elegir celebrarlo en una zona fronteriza de vital importancia para el comercio internacional.
«Han estrangulado al transporte de mercancías por carretera de ambos Estados», denuncia la CETM
Sí han tenido, en cambio, un desmesurado celo en el cierre de las fronteras. Los cortes de todo tipo de vías, tanto en carreteras nacionales como en autopistas y en más de 20 recorridos alternativos secundarios, han suscitado el enfado sordo de nuestros transportistas. El amplio operativo desplegado por la Guardia Civil de Tráfico, la Ertzaintza y la Policía Foral, en connivencia con las autoridades galas, para establecer desvíos y bloqueos sin fin ha sido, simplemente, brutal y fuera de toda lógica.
Cientos, miles de camiones parados, en gasolineras y arcenes, en cualquier parte, han obligado, involuntariamente, a colapsar aún más el tráfico de vehículos de todo tipo que intentaban cruzar la frontera. Nuestros conductores apenas si han tenido la posibilidad de descansar, de alimentarse, pendientes, en un continuo sobresalto y esperanza, de poder reanudar la marcha.
La Confederación Española de Transporte de Mercancías (CETM), consciente del problema (lo veíamos venir, pues llueve sobre mojado), envió con antelación suficiente a la celebración de la cumbre continuos comunicados alertando sobre el más que probable cierre de fronteras. Pero la realidad ha superado ampliamente todos nuestros peores augurios.
El transporte de mercancías por carretera es, probablemente, el principal sector de nuestra economía. Las necesidades de nuestra industria y, sobre todo, de nuestra sociedad, no saben, no entienden de políticas ni de quién sabe qué intereses que, de repente, deciden bloquear la actividad del único motor económico que tenemos.
Y tampoco podemos olvidar el enorme impacto económico derivado de esta medida. El coste medio de inmovilizar un camión asciende a más de 600 euros diarios (y son más de 10.000 los que pasan cada día por esta frontera), al que se debe añadir el colapso de la actividad económica de no pocas industrias y sectores productivos de nuestro país, ante la falta de nuestros servicios durante estos días.
Estamos dolorosamente hartos de las restricciones al tráfico pesado que en absoluto solucionan las “ventanas” que inútilmente tratan de abrir los agentes encargados de mantener un tráfico fluido.
Estamos hastiados de los continuos ataques a la libertad de tránsito, ya sea por parte de los chalecos amarillos, los CDR independentistas o los antisistema, a los que ahora se une la clase política. Sus continuas agresiones (no puedo calificarlas de otra manera políticamente más correcta) destruyen la eficacia y la flexibilidad ampliamente demostradas de nuestro sector.
Esta misma tarde de lunes se abrirá el tráfico en las fronteras, aunque la intensidad del tráfico hacia Francia será excesiva hasta este martes.
Esta actitud generalizada contra el transporte de mercancías es un desafío que no podemos tolerar. La paciencia inveterada de nuestro sector está más que colmada. Que a nadie le extrañe, siento decirlo, que cualquier día, en cualquier momento digamos ¡basta! Que seamos entonces nosotros quienes apartemos nuestros vehículos sin previo aviso, con devastadoras consecuencias.
No nos merecemos esto.
Carta enviada por Ovidio de la Roza Braga, presidente de la CETM.