Investigadores del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC), junto con las universidades de Cádiz y Siena (Italia), con la financiación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y el Campus de Excelencia Internacional Global del Mar (CEI·Mar), han constatado que las pequeñas partículas de plástico alteran funciones y el propio ADN de un alga marina del grupo de las diatomeas. Esta toxicidad, que se evidencia ya a las 24 horas, se produce sin que sea relevante el tamaño de la partícula, cuando lo habitual es que un menor volumen suponga mayor impacto.
La investigadora del ICMAN, Marta Sendra, responsable del estudio, ha explicado que el análisis se centra en uno de los plásticos más ampliamente encontrados durante muestreo en el océano. «Nos centramos en el poliestireno y su influencia en un alga unicelular, básica como productor primario para los ecosistemas marinos: cualquier cambio en ellas ocasionará unas consecuencia inmediatas en los siguientes eslabones de la cadena alimenticia», ha apuntado.
El estudio confirma que tiene efectos en su crecimiento a las 24 horas de entrar en contacto con ella
Para llegar a estos resultados, los expertos han empleado una tecnología que genera mucha información en poco tiempo, pues evalúa 10.000 células, una a una en un minuto. El análisis ha revelado que el alga es capaz de adaptarse a variables que generan los fragmentos de poliestireno.
Los investigadores confirman otro aspecto sobre la toxicidad: “Siempre habíamos observado que, mientras más pequeño el material, más efecto negativo tiene en la microalga; en este caso, las partículas de poliestireno de 50 nanometros no fueron más tóxicas que las de 100”, explica Sendra.
La degradación de polímeros plásticos genera fragmentos micro (menos de 5 milímetros) y nano (menos de una micra). La investigadora señala que el objetivo es saber más del comportamiento sobre todo de las partículas nano, mucho menos conocidas. Todo ello, ante una situación de la que Sendra alerta: “El volumen de basura plástica ya es alarmante en cualquier sitio de la costa”.
La investigación, realizada desde el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía ubicado en Puerto Real, desvela daños de distinto rango a las 24 y las 72 horas. Según el trabajo publicado en la revista Enviromental Pollution resulta evidente la toxicidad. «A las 24 horas se observó mayor estrés oxidativo, daño al aparato fotosintético y al ADN», ha explicado Sendra, que ha añadido que «después de 72 horas aparece inhibición del crecimiento de la población y el contenido de clorofila de la diatomea Phaeodactylum tricornutum».
El trabajo cuenta con la financiación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, y el Campus de Excelencia del Mar (CEI-MAR), y continuará con especies como la artemia, un crustáceo y el sistema inmune del mejillón.