Buscadores de petróleo espantan al bacalao noruego

Seis años tardó en volver el bacalao a las Islas Lofoten debido al ruido de las explosiones en busca de hidrocarburos. En 2007, los pescadores ya notaron que ese tipo de exploraciones estaban afectando a la pesca. Ese año y los dos siguientes, la industria petrolera usó en la zona cañones de aire comprimido, disparándolos cada pocos segundos en función de la profundidad, con el fin de agitar el fondo del suelo y extraer datos que le ayudasen a hallar nuevos yacimientos de crudo.

El bacalao del Atlántico Norte, esencial para la pesca de Noruega y otros muchos países, huyó de esos «pequeños terremotos» y dejó a los pescadores locales en tierra, con pérdidas estimadas en mil millones de euros, que se acumularon hasta que las poblaciones de peces reaparecieron a partir de 2015.

Las exploraciones sísmicas son unas de las múltiples actividades que generan intensos sonidos bajo el mar, alterando los ecosistemas y dañando a más de un centenar de especies de peces e invertebrados, según las evidencias recopiladas por los científicos.

Se calcula que la contaminación acústica en los océanos se ha duplicado en algunas regiones cada década desde hace 60 años, entre otros factores por el aumento de las maniobras militares, la construcción de plataformas lejos de la costa, el tráfico marítimo o la pesca.

Linda Weilgart, investigadora de la Universidad canadiense de Dalhousie, afirma que la mayoría de los animales marinos utilizan el sonido para sobrevivir, por lo que el ruido les afecta gravemente «como individuos y comunidad».

Algunos efectos detectados en ellos son malformaciones, daños en el oído, retrasos en su desarrollo, menores tasas de reproducción, estrés, desorientación y hasta la muerte.

Weilgart precisó que los animales sienten el ruido como una «agresión» y evitan los hábitats naturales en los que se produce, por lo que disminuyen sus oportunidades de alimentarse.

Además, aseguró que el sonido de los cañones de aire comprimido mata el zooplancton, el de las máquinas perforadoras fuerza el cierre de las conchas de los mejillones y el de los barcos sofoca a las ostras.

Algunos estudios han demostrado que, cuando hay ruido, las capturas y la abundancia de pescado descienden, al tiempo que crece la pesca de especies no deseadas.

En el Mediterráneo, la experta destacó que el besugo tiende a moverse más como signo de estrés y eso le hace tener menos energía para alimentarse, mientras el atún actúa sin coordinación y se vuelve agresivo.

El oeste de ese mar, junto al Canal de Sicilia y las aguas griegas, han sido identificados como puntos de potencial conflicto entre la conservación de especies y la frenética actividad humana, como ponen de manifiesto el paso cada año de 100.000 barcos comerciales por el Estrecho de Gibraltar o las exploraciones petroleras que impactan en áreas restringidas a la pesca.

Así lo alertó la ONG OceanCare, cuyo consultor Nicolas Entrup reclamó más investigación e incentivos para reducir el ruido en el océano con innovación tecnológica.

Hélices más silenciosas, cambios en el diseño de las embarcaciones o limitaciones en la velocidad pueden servir de alternativa, al igual que la protección de áreas biológicamente sensibles o la prohibición temporal -o total- de las exploraciones petroleras, según Entrup.

A nivel internacional se están dando algunos pasos, como las directrices adoptadas por la Convención sobre la Conservación de Especies Migratorias para la evaluación de impacto ambiental de actividades que causan ruido marino o las de la Organización Marítima Internacional con vistas a mitigar la contaminación acústica de los barcos comerciales.

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