Valladolid recrea este domingo la primera inmersión de buceo con respiración artificial documentada en la historia, que se realizó en las aguas del río Pisuerga a su paso por la capital el 2 de agosto de 1602, gracias a un invento del ingeniero de corte Jerónimo de Ayanz.
La recreación, organizada por la Asociación de Amigos del Pisuerga y el Ayuntamiento de Valladolid, se celebra a partir de las 12.00 horas en la zona del río de Tenerías.
Entre 1601 y 1606, Valladolid se convirtió en capital de España por designio del valido real, el duque de Lerma, lo que atrajo a la ciudad a un gran número de artistas, literatos, aristócratas y cortesanos vinculados a la Corona. Éste fue el caso del insigne escritor Miguel de Cervantes, quien se encontraba en la ciudad cuando se publicó en 1605 la primera parte de su obra ‘El Quijote’ y cuya casa se puede visitar todavía en la céntrica calle del Rastro.
También fue el caso de Jerónimo de Ayanz y Beaumont, un militar e ingeniero navarro nacido en 1553 que además cultivó a lo largo de su vida la música y la pintura. En su faceta castrense, Ayanz destacó por sus hazañas en Flandes, que llegaron a ser recogidas por Lope de Vega, y se ganó su ingreso en la Orden de Calatrava tras evitar un atentado contra Felipe II.
Por su parte, en su aspecto de inventor logró aplicar el principio de presión atmosférica y la fuerza del vapor para desarrollar un sistema de desagüe en las minas, así como un sistema de refrigeración de las mismas mediante un modelo de ventilación en la que la nieve enfriaba el aire.
Además, este ingeniero navarro ideó un precedente de barco submarino, una bomba para destilar agua marina en alta mar, así como otros artilugios de bombeo para el riego.
TRAJE DE BUCEO. Pero fue su diseño de traje de buceo el que le permitió pasar a la historia como el artífice de la primera inmersión con respiración artificial de la historia.
Ésta se hizo el viernes 2 de agosto de 1602 en aguas del Pisuerga a su paso por Valladolid, la sede de la corte en aquel entonces, y el rey Felipe III, que en verano residía en un palacio junto a la ribera de este río cuyos restos pueden verse todavía frente a la Playa de las Moreras, pudo presenciar la gesta en compañía de su séquito desde su galera de recreo.
El buzo que probó el invento de Ayanz logró, gracias a esta tecnología, aguantar durante cerca de una hora bajo la superficie.