Los productos pesqueros generan una menor huella ambiental que muchos otros procedentes de la ganadería o de la acuicultura, según concluye un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Washington que durante diez años ha analizado la producción de 148 alimentos.
El trabajo señala que 40 gramos de proteínas procedentes del pescado blanco y de los pelágicos (especies que viven cerca de la superficie) tienen una huella de carbono inferior a 1 kilogramo, frente a los 20 kilogramos de huella de carbono para la misma cantidad de proteína en el caso de la industria cárnica y de la acuicultura.
A estudio, el uso de energía, las emisiones de gases de efecto invernadero, los fertilizantes y las emisiones de sustancias que contribuyen a la denominada lluvia ácida
El estudio analiza cuatro indicadores básicos sobre el impacto medioambiental de los alimentos, tales como el uso de energía, las emisiones de gases de efecto invernadero, las emisiones procedentes del aporte de nutrientes (fertilizantes) y las emisiones de sustancias que contribuyen a la denominada lluvia ácida.
Así, la investigación pone de manifiesto que las pesquerías de pequeños pelágicos, de pescado blanco y la acuicultura de moluscos tienen los menores impactos ambientales en las cuatro categorías, frente a los mariscos y el salmón de piscifactoría, que obtienen los mayores impactos.
En el caso de la energía que se consume para producir los alimentos, la investigación determina que la de productos pesqueros proveniente de pequeños pelágicos obtiene un valor medio de 0,94 millones de julios (MJ), frente a los 75,6 MJ que requiere la producción de la acuicultura del bagre (conocido comúnmente como pez gato).
Mientras, el análisis sobre la emisión de sustancias que contribuyen a la lluvia ácida, la actividad pesqeura es la que logra los menores impactos, ya que «solo» emite los gases y compuestos por el uso del combustible necesario para navegar.
Por su parte, la ganadería de vacuno emite amoníaco y óxidos de nitrógeno (NOx), gases derivados, en gran medida, de la producción de estiércol y más dañinos para la atmósfera.
La investigación ha estudiado también el impacto de otros aspectos de la producción alimenticia, tales como la producción de pienso para el ganado, el uso de combustible en la pesca de invertebrados o la energía utilizada en la acuicultura.
En este caso, destaca la pesca salvaje de peces pelágicos, que obtiene menores índices de impacto, ya que el hecho de agruparse en grandes bancos (es el caso de las sardinas o anchoas) facilita su captura, reduciendo el combustible necesario para esta actividad.