He querido escribir este artículo para dar una explicación de mi posición con respecto a la venta de la Compañía Trasmediterránea a Naviera Armas, y aclarar una serie de malos entendidos, ya que creo que es mi obligación hacerlo.
Para empezar, yo no tengo nada en contra de Don Antonio Armas, o Don José Manuel Entrecanales, o Don Abel Matutes, ni siquiera contra Don José María Marín Quemada; entre otras cosas porque ni siquiera los conozco ni tampoco estoy muy interesado, que conste.
Yo soy un marino como hay cientos: he sido Capitán, he tenido mando de buques, he estado en puestos de responsabilidad en navieras, he asesorado empresas y tengo una buena formación, creo yo, en temas legales. Jamás he trabajado para ninguna empresa de estos señores que he mencionado ni aspiro a nada con ellos.
Como todos sabemos, el SOLAS, el Convenio Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en la Mar, se aprobó en 1914, un año después de la tragedia del Titanic. Y es que si en algo nos caracterizamos los seres humanos es en legislar estupideces cuando no son necesarias y, por el contrario, hasta que no ocurre una desgracia ni siquiera prestamos atención a hechos que, una vez ocurrida la tragedia, nos escandalizan. Si el Ingeniero que estaba al frente de la construcción del Titanico hubiese denunciado la aberración de la retirada de botes salvavidas, y la administración hubiese sido DIGNA, esa tragedia no hubiese ocurrido.
Denunciar es muy ingrato porque al final resulta que te señalan casi como si estuvieses loco, ya que, para las personas que no saben nada del mundo marítimo, les resulta chocante una batería de escritos a todas las autoridades cuando la misma Administración o los sindicatos callan. Es más, hasta la Fiscalía Anticorrupción, que o no sabe de qué va esta historia o no le interesa saberlo, te remite a otras instancias.
Hoy estamos viendo que hay buques con veinte, treinta y cuarenta años transportando pasajeros: en esos barcos viajan niños. estamos viendo cómo esos barcos se incendian o se quedan parados en alta mar. Estamos viendo cómo la Administración, los políticos y los sindicatos se van de vacaciones y les da igual ese asunto mientras que no ocurra nada. Porque mientras que no ocurra nada el Capitán que ha estado denunciando este disparate está loco y ellos, «chupópteros» de toda la vida, sonríen con suficiencia. Es más, hasta el sindicato mayoritario, al que yo no he invitado a nada, asevera en un medio que no va a apoyar la «plataforma» del disparatado Capitán igual que se «desmarcó» el primer día cuando el Capitán comenzó a intentar «sensibilizar» de este asunto. Porque cuando se denuncia algo públicamente se buscan dos efectos, por un lado, que la Fiscalía, el Juzgado o la Administración investiguen seriamente esos hechos, y por otro, y el más importante, que se sensibilicen todos de algo que puede provocar una tragedia.
Evidentemente, nadie quiere que ocurra nada malo, pero mi pregunta es muy clara, si ocurriese, que Dios no lo quiera, quiénes serían los responsables, o simplemente no habría responsables.
Cuando yo era Capitán la Inspección de Buques era muy estricta y te paraban un barco por menos de lo que nadie se puede hoy imaginar. Cómo ha cambiado todo, y en algunos aspectos a peor.
Rafael Rosselló Cuervas-Mons
Capitán de la Marina Mercante