Ha sido este jueves cuando la Armada argentina comunicó que se registró un «evento anómalo singular corto, violento y no nuclear consistente con una explosión» en la zona en la que el submarino argentino desapareció, lo que ha disipado por completo cualquier esperanza de hallarlos con vida tras su desaparición desde el pasado miércoles.
El submarino ARA San Juan había partido el lunes 13 de noviembre pasado del sureño puerto de Ushuaia y se dirigía de regreso a su base, en Mar del Plata, en la provincia de Buenos Aires. El viaje, con 44 submarinistas profesionales de la Armada, tenía como cometido participar en un adiestramiento integrado con la flota de mar y las aeronaves de la dotación naval.
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Este anuncio ha terminado destrozando a las familias, que llevaban horas confusos ante tantas informaciones contradictorias que iban apareciendo en distintos medios. «No dijeron que están muertos, pero es una suposición lógica, desde el miércoles están ahí», dijo a la prensa la esposa de uno de los que se encontraban en su interior. «No nos quedó santo por rezar ni a nadie por pedir. No sé si hay un destino marcado para cada uno. Hay gente que no cree en eso, no volvieron y no van a volver nunca más», remarcó Jessica Gopar, esposa del cabo principal Fernando Gabriel Santilli. Al igual que familiares de los otros tripulantes, Gopar se encontraba en la Base Naval de Mar del Plata, adonde el pasado domingo debería haber llegado el submarino tras realizar un largo viaje por el Atlántico Sur.
Crítica con las autoridades de la Armada por la «falta de información», la mujer se mostró agradecida a todos los países que están colaborando en la búsqueda del submarino. «En este momento se olvidó Inglaterra de que habíamos tenido un conflicto con las Malvinas. Vinieron de todos los lados y lo agradezco de corazón», subrayó. «Eso me da confianza, que lo salieron a buscar, pero bueno, el mar es traicionero y no se sabe que puede haber pasado», continuó, para afirmar que desconocía si el sumergible tenía una avería cuando salió a la mar.