La experiencia parte de un veterano de en estas lides, José Luis Roselló, que un día, junto al Estrecho de la Florida, observó cómo las olas chocaba con mucha fuerza sobre el Malecón de La Habana, por lo que pensó que si disponía de algunos preservativos para unirlos al hilo de su caña, perfectamente podría desplazarse hasta mar adentro, haciendo posible la captura de peces que habitualmente no se acercan tanto a la costa.
La técnica consiste en inflar tres o cuatro preservativos, anudándolos de forma tal que uno de ellos quede hacia arriba, para que sirva de vela. Hay que esperar el cambio del viento, de la tierra hacia el mar, y lanzarlos al agua para que el conjunto flote alejando la línea a unos 300 metros de distancia, por donde pasan pargos, gallegos, bonitos y coronados.
«Cuando hay mucho aire, pocos globos; cuando hay mucho se inflan menos», explicó Roselló, quien lleva más de una década pescando.
Los «globos» no se ajustan directamente a la línea: van atados a un hilo de coser que los mantiene lejos del sedal para evitar enredos. La carnada viva se coloca con dos anzuelos para no perderla o que los grandes peces se escapen cuando piquen.
Centenares de pescadores se apuestan a lo largo del Malecón y la Bahía cada día. Unos sólo usan cañas, otros subrepticiamente salen en cámaras de camión infladas o pequeñas planchas de goma espuma, y otros utilizan cada vez más los condones.
Los pescadores dicen que con los preservativos pueden capturar peces de 20 ó 30 libras y, aunque oficialmente no pueden venderlos, si alguna persona se acerca podría hacerse un negocio.
Se les paga unos 25 pesos cubanos (un dólar) la libra de pargo, un lujo en una isla que paradójicamente tiene actualmente muchos más platillos diarios basados en la carne de cerdo, el arroz y los frijoles que en el pescado.
«Hay un boom», dijo Alex Romero, de 42 años y presidente de la Federación de Pescadores de La Habana Vieja. «Ellos juegan con varios factores como cuando el viento está soplando de tierra a mar o con los cambios en la marea».
Esa técnica, además, es económica: los condones suelen regalarse o costar centavos, mientras los globos de cumpleaños cuestan varias veces más y no siempre se encuentran en las tiendas. «Es el ingenio que siempre demuestra el cubano para resolver de manera económica», concluye Romero, quien augura un buen futuro a una técnica que, quién sabe si algún día llega a Europa.